Una mirada a nuestras "costumbres"
o Un alto a las fiestas de sangre
A lo largo de la historia, el ser humano a ido cambiando, evolucionando, mejorando sus actividades. Una de las primeras formas de comunicación del hombre fueron los sonidos guturales y las pinturas rupestres, signos y señales empleados en la prehistoria que hoy en día forman parte de las distintas manifestaciones de nuestra sociedad como el canto y la pintura.
Los deportes son un buen ejemplo del gran cambio que ha tenido la sociedad humana, ya que se hicieron menos brutales y sangrientos. Los coliseos de gladiadores que mataban leones y corrían en carros tirados por caballos hasta la muerte, pasaron a ser estadios de futbol americano, de beisbol y piscinas de natación. Otro caso es la danza, que pasó de movimientos caóticos y ondulantes similares al fuego, a la coquetería de los bailes típicos (como marinera y tango) y en algunos casos a movimientos eróticos juveniles (reggaeton).
Pero siempre ha resultado controvertido el tema de ciertas prácticas ancestrales que hoy consideramos parte de nuestra cultura y legado, pero que resultan violentas y sangrientas como lo son el Yawar Fiesta del tiempo del virreinato, practicado en Apurímac y Ayacucho, y el Jalapato, otra festividad andina, propia de Yauyos (Junín).
Yawar Fiesta es realmente una fiesta de sangre en la cual, la gente (ignorante y morbosa) captura un cóndor y lo ata al lomo de un toro, momento en el cual ambos luchan por librarse y se dañan mutuamente hasta la muerte, a veces de ambos. Si bien surgió como una tradición simbólica entre la lucha de comuneros y gamonales, hoy por hoy solo es una excusa para emborracharse y como menciona José María Arguedas en el libro homónimo, tan violento que a veces le disparan al toro.
El Jalapato consistía en colgar varios patos de un poste, previamente embriagados, que luego eran jalados del cuello por jinetes que pasaban a velocidad bajo el poste. Sin embargo, esta práctica ha cambiado y ya no se maltrata animales, sino que se ha sustituido por cintas de colores.
Estas costumbres salvajes, violentas, sangrientas y que realmente ya no tienen significado en un país donde se busca salir del atraso pasado, deben parar. El maltrato animal no tiene sentido, en especial habiendo tantas bellas festividades de bailes y tradiciones mucho mejores y más cercanas a la gente que arrancarle la cabeza a un animal o festejar como se desploma en el suelo desangrándose.
Hace pocos días, viernes 14, se publicó en el Diario El Peruano el Proyecto de Ley Nº1454/2012-IC, ley que prohíbe el maltrato y sacrificio animal como parte de espectáculos públicos o privados. Y ayer, miércoles 19, se aprobó el proyecto de ley DL. 546 en la Comisión de la Mujer del Congreso del Perú, proyecto que prohíbe el ingreso de niños a las corridas por ser un acto salvaje que fomenta la violencia.
Como ya hemos mencionado anteriormente (vea la nota), las corridas de toros deben terminar, el maltrato animal debe parar y no es por romper una costumbre, sino el parar una acción violenta que ya no debe caracterizarnos. Cambiemos, mejoremos, dejemos de mostrarle a las nuevas generaciones muestras de violencia. Firmemos los planillones de Perú Antitaurino.